El nabo
Como pasa con muchas hortalizas, no sabemos bien donde se originó su cultivo, pero hay indicios que en la cuenca Mediterránea y en el continente asiático se utilizaban en recetas tradicionales.
En el siglo XVIII se la denominaba la "verdura del hambre", ya que se consumía en épocas de hambruna.
Las hojas del nabo son debido a su alto contenido en vitaminas un alimento para tener en cuenta, que en algunas zonas se consume en potajes, sopas o incluso cuando son muy tiernas en ensaladas, pues su sabor recuerda a las espinacas. Algunas variedades también pueden consumirse cruda la raíz y resultan muy sabrosas. Sin embargo, lo más frecuente es cocinarlos para acompañar a platos de arroz y legumbres.
A pesar de que, en España, no la hemos tenido en mucha estima, el nabo está presente en la mayoría de los caldos y pucheros de múltiples platos y contribuye con su suave sabor y propiedades a enriquecerlos.
El nabo tiene un alto contenido en potasio, manganeso, sodio, calcio, fosforo, cromo, zinc y selenio. Es una fuente de fibra importante y posee fitoesteroles vegetales como el brassicasterol y campesterol, así como glucosinolatos que poseen características antioxidantes comunes en las familias de las crucíferas.
Se trata de una hortaliza muy útil y versátil en los menús para perder peso y en los regímenes desintoxicantes debido a sus características diuréticas.
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