Tres de cada diez pacientes que acuden a una consulta de dermatología tienen asociado un componente psicológico
Así lo pone de manifiesto la Dra. María Calvo Pulido, especialista en dermatología que se incorpora al Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo. La Dra. Calvo pasará consulta en Ruber Juan Bravo 49, a partir del 9 de enero de 2017.
Hoy en día, todo el mundo habla de estrés. En una población en la que el 39% de las personas con edades entre 18 y 33 años declaran estar estresados, es creciente el interés por los efectos del mismo en las distintas enfermedades de nuestro tiempo.
Podríamos definir estrés como una serie de alteraciones que se dan en el organismo como respuesta a determinados estímulos, que superan nuestra capacidad de adaptación.
Existen estresores sistémicos -capaces de causar daño directo en la homeostásis o equilibrio de nuestro organismo- y otros estresores, que por sí mismos no causan daño, pero que son procesados por uno mismo como potencial peligro.
Señala la Dra. Calvo que "tanto pacientes como dermatólogos están convencidos de que el estrés puede empeorar determinadas enfermedades de la piel, de hecho, se estima que hasta un 25-30% de los pacientes que acuden a una consulta de Dermatología, tienen asociado un componente psicológico."
Pero, todo esto, ¿tiene alguna base científica que lo pueda explicar? ¿Existe alguna conexión entre el cerebro y la piel?
La piel, es el órgano más extenso de nuestro organismo, jugando un papel muy importante de protección de órganos internos frente a agentes agresivos externos, regulando funciones inmunológicas, y en definitiva participando activamente en una correcta homeostasis o equilibrio.
Numerosos estudios han demostrado como la piel es capaz de detectar por sus receptores de dolor, presión y temperatura, una situación estresante y mandar la información al cerebro.
Pero al mismo tiempo, es en la propia piel donde se produce una respuesta inflamatoria a dicha situación potencialmente dañina para el organismo.
Esta compleja asociación entre piel y cerebro, se explica por la actuación de unas sustancias denominadas neuropéptidos, que son liberadas en las terminaciones nerviosas de la piel como respuesta a una situación de estrés, y que son capaces de generar una respuesta inflamatoria que provocaría empeoramiento de determinadas enfermedades cutáneas.
¿ Cuales son las enfermedades principalmente afectadas?
Las principales afecciones cutáneas que empeoran con el estrés son psoriasis, acné y dermatitis atópica.
Así mismo, el estrés se ha asociado a la aparición de brotes de otras enfermedades como dermatitis seborreica, alopecia areata y rosácea.
¿ Qué ocurre cuando se prolonga en el tiempo la situación de estrés?
Cuando el estrés se mantiene en el tiempo provoca una situación de inmunosupresión, que aumenta la susceptibilidad a infecciones y el empeoramiento de enfermedades alérgicas e inflamatorias.
En lo relativo a la piel, el estrés crónico provoca envejecimiento prematuro y ha demostrado en experimentos animales aumentar la incidencia de cáncer de piel asociado a radiación ultravioleta.
¿Habría que actuar contra el estrés como parte del tratamiento de algunas enfermedades cutáneas?
Probablemente en pacientes seleccionados, una terapia para reducir su estrés que puede consistir en únicamente una correcta explicación de su enfermedad, evolución y tratamiento en la consulta, junto con el tratamiento dermatológico adecuado , contribuiría a una mejor adhesión al plan de terapéutico y consecuentemente mejores y más rápidos resultados.
Dra. María Calvo Pulido
La Dra. Calvo es licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Dermatología Médico-Quirúrgica y Venereología.
Con una amplia experiencia en diversas Clínicas y Hospitales, la Dra. Calvo ha sido ponente en gran cantidad de cursos y ponencias dentro y fuera de España, habiendo publicado en revistas científicas nacionales e internacionales. Además, la Dra. Calvo ha acreditado suficiencia investigadora con un Proyecto de investigación sobre el papel de los factores hereditarios y adquiridos en el desarrollo de la porfiria cutánea tarda.